El Baratti & Milano, en la plaza Castello. El San Carlo, fundado en 1822 en la plaza del mismo nombre. O el Café Torino, enfrente. Turín es famosa por sus numerosos cafés históricos.
Cuando la judía negra aún estaba prohibida en Roma en el siglo XIX, la burguesía liberal de la ciudad disfrutaba de una taza de bicerin.

La bebida de café, leche y chocolate que tanto gustaba a Alejandro Dumas sigue siendo popular hoy en día. Y los turineses no pierden ocasión de entregarse a la cultura del café.
No es de extrañar: al fin y al cabo, fue un turinés -Angelo Moriondo- quien inventó en 1884 la máquina de café expreso, sin la cual la vida en Italia sería impensable.

El Festival del Café de Turín es una gran oportunidad para conocer la escena cafetera de la ciudad del Fiat: cada año, en junio, los grandes y pequeños tostadores de café de la ciudad se reúnen en la Piazza Carlo Alberto y le invitan a degustar sus especialidades.

Además de los puestos de café, también habrá un escenario en el que se hablará de café y los chefs demostrarán por qué los granos no sólo deben estar en la taza, sino también en la sartén.
Unos 30 baristas servirán hasta 28.000 tazas de café durante los dos días. También habrá pequeños platos, dulces y cócteles en torno al café.