Bodas, bautizos o confirmaciones: una celebración en la Hungría transilvana siempre ha incluido un Baumstriezel: una masa de levadura que se enrolla alrededor de un tronco de arce y se retuerce sobre un fuego abierto hasta que se dora y se hornea, y luego se reboza en azúcar o frutos secos molidos.

Hay muchas leyendas en torno a este pastel tradicional: Una cuenta que la astuta campesina Szekely, durante un asedio, ensartó un pastel redondo en un palo largo y lo sostuvo sobre la muralla.
Los mongoles enemigos -que apenas tenían pan seco para masticar- pensaron que los graneros de la ciudad estaban llenos y derribaron sus tiendas.

Otro habla de jinetes húngaros en la época de la conquista que asaron por primera vez en una hoguera una masa dulce parecida al pan de palo.
En cualquier caso, lo cierto es que el Kürtőskalács, el Baumstriezel, es una de las especialidades reposteras destacadas de la cocina húngara.

Para preservar esta tradición, cada año se celebra en Budapest un gran festival.
Artistas húngaros de pop y rock, así como bandas tradicionales, actúan en el Castillo de Vajdahunyad, en la Plaza de los Héroes. Hay concursos de preguntas y respuestas, espectáculos de fuego, cabaret y concursos de pintura.
Los visitantes pueden hornear su propio Baumstriezel o probar una de las muchas variedades que se ofrecen.

La imaginación de los pasteleros prácticamente no tiene límites: los Kürtőskalács pueden enrollarse en azúcar y canela, rellenarse de fina crema de vainilla o cubrirse con virutas de chocolate o copos de coco.
Y como la barbacoa ya está encendida, los húngaros también ponen unos filetes de cerdo a la parrilla y ofrecen cerveza y vino.