A media mañana, el parque de Campos Elíseos y las calles aledañas ya están llenas de gente con camisetas de colores, las señas de identidad de su peña, su club. Bajo enormes sartenes se encienden hornillos de gas. El olor a aceite de oliva, ajo y caracoles pronto inunda las copas de los árboles.

Los caracoles de viña - normalmente bañados en un sencillo alioli - y regados con un vinto tinto o una cerveza pueden ser los protagonistas de la fiesta, pero no son ni mucho menos el único plato fuerte.

Marchas festivas, música en directo y fuegos artificiales garantizan también un gran ambiente. También se celebran carreras de caracoles, en la distancia corta: sprint de 50 centímetros. Y en el centro del parque, de cuatro metros cuadrados, se construye un Castells de nueve pisos: la tradicional torre catalana, alta como una casa, hecha de atrevidos, los más pequeños en la cima.